Uribe
y el Papa/ Protestas en
Europa
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Varias cosas quedaron claras al final del
viaje del presidente Álvaro Uribe
a Europa. Lamentablemente, el aporte de
los medios de comunicación a esa
claridad fue bastante pobre. Salvo contadas
y honrosas excepciones, en su afán
mercantilista los medios nos están
dejando conocer sólo retazos de la
realidad, y para formarse una idea relativamente
clara de ésta sería necesario
ver todos los canales de televisión,
oir todos los noticieros de radio, y leer
todos los periódicos y cada una de
las revistas. Y esto, como es obvio, es
físicamente imposible.
En esta oportunidad se hicieron evidentes
nuevamente la carencia de conocimientos
y la falta de análisis de los medios
europeos sobre la realidad colombiana. Quizá
la razón de fondo para esto es que
lo que pasa en Colombia genera muy poco
interés en Europa. Y es imposible
para ellos aprender sobre lo que no les
interesa.
También se acentuaron la superficialidad
y la falta de compromiso con la verdad que
caracterizan a muchos medios colombianos
en la actualidad. Lo más grave es
que parece que el futuro de su país
poco les importa.
Los medios europeos le dieron escaso despliegue
a la visita del Jefe de Estado de un país
que, como el nuestro, tiene fincadas en
la cooperación internacional muchas
de sus esperanzas para la solución
de los graves problemas de violencia, atraso,
pobreza e injusticia social. Además,
el poco espacio que le dedicaron a esta
gira fue un total desperdicio; entre titulares
sensacionalistas, entrevistas a enemigos
declarados de Colombia y a individuos poco
representativos del país que
nada aportan al esclarecimiento de las verdades
nacionales y acusaciones sin fundamento
al Gobierno Nacional, fue poca la información
confiable que los europeos recibieron sobre
la gira presidencial.
Los periodistas colombianos no lo hicieron
mejor que los europeos: aunque el desarrollo
y los resultados del viaje de Uribe no fueron
perfectos como no lo son generalmente
las obras humanas, nuestros 'informadores'
dedicaron más atención a los
detalles anecdóticos que a hechos
y logros trascendentales para el futuro
del país.
El viaje del Presidente y su comitiva era
necesario, y requirió de una alta
dosis de valor, dado el enrarecido ambiente
creado por grupos de ONG europeas y colombianas
supuestas defensoras de los Derechos
Humanos, con el apoyo de sectores
políticos radicales e intransigentes
de ambos lados del Atlántico.
Y aunque hubo fallas en su preparación
y ejecución puede resultar de gran
utilidad para que en Europa se empiece a
conocer más y mejor a Colombia, y
para que los gobiernos europeos y su parlamento
comunitario se sensibilicen y comprometan
más con la búsqueda de la
paz y la justicia en nuestro país.
No con frases grabadas en bufandas blancas,
sino con suficiente apoyo político
y económico a la lucha contra el
terrorismo y la corrupción.
A propósito, las exigencias de 'Paz
y Justicia' grabadas en esas bufandas deberían
estar presentes en todas las sesiones del
Parlamento Europeo, especialmente en aquellas
dedicadas a analizar las desiguales relaciones
comerciales entre ese continente y los países
del mal llamado Tercer Mundo, las cuales
sólo benefician a los más
poderosos; es decir, a ellos.
Resulta muy difícil entender porqué
no se han llevado a cabo ese tipo de demostraciones
durante las visitas e intervenciones de
otros gobernantes de América Latina,
África y Asia, en cuyos países
la paz y la justicia brillan por su ausencia,
y a pesar de que en muchos casos estos dirigentes
se mantienen en el poder gracias a las prebendas
que reciben en desarrollo de desfavorables
acuerdos comerciales.
Por otra parte, a los colombianos nos queda
imposible aceptar lecciones de democracia,
paz y justicia de los grupos políticos
europeos que se abstuvieron de asistir a
las sesiones en que intervino el presidente
Uribe, y especialmente de aquellos parlamentarios
que de manera grosera le dieron la espalda
al presidente y se retiraron del recinto
del Parlamento Europeo.
La democracia y la justicia se basan en
la confrontación de ideas, en el
debate de los argumentos y en la búsqueda
de las mayorías. Los recalcitrantes
parlamentarios europeos sólo han
dedicado su confianza, su tiempo y su trabajo
a las versiones que sobre la realidad colombiana
les han presentado los 'representantes diplomáticos'
de los grupos terroristas colombianos y
a las ONG que de manera sesgada y
en muchas ocasiones cómplice y cínica
reconocen exclusivamente los Derechos Humanos
de los opositores políticos y armados
del Estado colombiano.
A pesar de las aplastantes evidencias,
no aceptan la justa calificación
de terroristas que el gobierno del presidente
Uribe les ha dado a las organizaciones guerrilleras,
pero sí condenan abiertamente a las
autodefensas ilegales. Toda esta desequilibrada
visión de la realidad colombiana
es, ni más ni menos, un acto de injusticia.
Es inconcebible que en Europa haya gente
en especial en la clase dirigente
que todavía cree que las FARC y el
ELN son ejércitos de liberación
con arraigo popular y respaldo de la población
civil, y no grupos narcoterroristas que
siembran, procesan y exportan sustancias
ilegales aun hacia sus países,
que matan, secuestran y extorsionan a ciudadanos
inocentes, convirtiéndolos en víctimas
de los más abominables actos de violencia.
Como se dice en Colombia, si un animal
tiene pico de pato, cola de pato y patas
de pato, es un pato... ¡no es una
gallina!... Y en tal caso sólo los
ciegos o ignorantes dirían que se
trata de una gallina.
De igual manera, si un grupo armado comete
actos terroristas, asesina, secuestra y
extorsiona a civiles inocentes, y participa
activamente en el negocio del narcotráfico,
entonces es un grupo narcoterrorista...
¡no representa la salvación
de un pueblo!... Pero en este caso no sólo
los ciegos y los ignorantes los justifican
y defienden. También lo hacen aquellos
cuyo discurso político no ha evolucionado
intelectualmente desde el idealismo socialista
de los años sesenta.
Por esto resulta indispensable e inaplazable
que el gobierno colombiano dedique sus mejores
esfuerzos a dar a conocer la realidad de
nuestro país, a desenmascarar a los
verdaderos asesinos de Colombia y a luchar
contra las condiciones de pobreza e inequidad
social que han servido de inmorales justificaciones
para la existencia de los grupos armados
ilegales y para el desarrollo de sus nefastos
negocios de muerte y corrupción.
Se dará un paso fundamental en ese
sentido cuando varíe sustancialmente
la administración de la diplomacia
colombiana. Es necesario empezar de una
vez por todas a utilizar las embajadas,
los consulados y las oficinas de representación
como verdaderas misiones diplomáticas,
que trabajen por el bien de nuestro país
y de sus ciudadanos honrados y trabajadores,
en defensa de su imagen y su buen nombre,
y por el establecimiento y el mantenimiento
de relaciones amistosas, justas y equitativas
con todos los países y pueblos del
mundo.
Para ello, las sedes diplomáticas
deberán dejar de ser por fin
instrumentos de pago de favores políticos
y lugares de retiro para los 'esforzados'
y 'cansados' políticos colombianos.
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