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Principal > Columnas > Edición del 16 al 22 de febrero de 2004

Ecos sordos de la gira presidencial por Europa.

Por Jaime Eduardo Prieto Osorio.

Al final del viaje del presidente Álvaro Uribe a Europa quedó claro que en Europa todavía hay gente (incluso en la clase dirigente) que cree que las FARC y el ELN son ejércitos de liberación con arraigo popular y respaldo de la población civil.
 


Uribe y el Papa/ Protestas en Europa

Varias cosas quedaron claras al final del viaje del presidente Álvaro Uribe a Europa. Lamentablemente, el aporte de los medios de comunicación a esa claridad fue bastante pobre. Salvo contadas y honrosas excepciones, en su afán mercantilista los medios nos están dejando conocer sólo retazos de la realidad, y para formarse una idea relativamente clara de ésta sería necesario ver todos los canales de televisión, oir todos los noticieros de radio, y leer todos los periódicos y cada una de las revistas. Y esto, como es obvio, es físicamente imposible.

En esta oportunidad se hicieron evidentes nuevamente la carencia de conocimientos y la falta de análisis de los medios europeos sobre la realidad colombiana. Quizá la razón de fondo para esto es que lo que pasa en Colombia genera muy poco interés en Europa. Y es imposible para ellos aprender sobre lo que no les interesa.

También se acentuaron la superficialidad y la falta de compromiso con la verdad que caracterizan a muchos medios colombianos en la actualidad. Lo más grave es que parece que el futuro de su país poco les importa.

Los medios europeos le dieron escaso despliegue a la visita del Jefe de Estado de un país que, como el nuestro, tiene fincadas en la cooperación internacional muchas de sus esperanzas para la solución de los graves problemas de violencia, atraso, pobreza e injusticia social. Además, el poco espacio que le dedicaron a esta gira fue un total desperdicio; entre titulares sensacionalistas, entrevistas a enemigos declarados de Colombia y a individuos poco representativos del país —que nada aportan al esclarecimiento de las verdades nacionales— y acusaciones sin fundamento al Gobierno Nacional, fue poca la información confiable que los europeos recibieron sobre la gira presidencial.

Los periodistas colombianos no lo hicieron mejor que los europeos: aunque el desarrollo y los resultados del viaje de Uribe no fueron perfectos —como no lo son generalmente las obras humanas—, nuestros 'informadores' dedicaron más atención a los detalles anecdóticos que a hechos y logros trascendentales para el futuro del país.

El viaje del Presidente y su comitiva era necesario, y requirió de una alta dosis de valor, dado el enrarecido ambiente creado por grupos de ONG europeas y colombianas —supuestas defensoras de los Derechos Humanos—, con el apoyo de sectores políticos radicales e intransigentes de ambos lados del Atlántico.

Y aunque hubo fallas en su preparación y ejecución puede resultar de gran utilidad para que en Europa se empiece a conocer más y mejor a Colombia, y para que los gobiernos europeos y su parlamento comunitario se sensibilicen y comprometan más con la búsqueda de la paz y la justicia en nuestro país. No con frases grabadas en bufandas blancas, sino con suficiente apoyo político y económico a la lucha contra el terrorismo y la corrupción.

A propósito, las exigencias de 'Paz y Justicia' grabadas en esas bufandas deberían estar presentes en todas las sesiones del Parlamento Europeo, especialmente en aquellas dedicadas a analizar las desiguales relaciones comerciales entre ese continente y los países del mal llamado Tercer Mundo, las cuales sólo benefician a los más poderosos; es decir, a ellos.

Resulta muy difícil entender porqué no se han llevado a cabo ese tipo de demostraciones durante las visitas e intervenciones de otros gobernantes de América Latina, África y Asia, en cuyos países la paz y la justicia brillan por su ausencia, y a pesar de que en muchos casos estos dirigentes se mantienen en el poder gracias a las prebendas que reciben en desarrollo de desfavorables acuerdos comerciales.

Por otra parte, a los colombianos nos queda imposible aceptar lecciones de democracia, paz y justicia de los grupos políticos europeos que se abstuvieron de asistir a las sesiones en que intervino el presidente Uribe, y especialmente de aquellos parlamentarios que de manera grosera le dieron la espalda al presidente y se retiraron del recinto del Parlamento Europeo.

La democracia y la justicia se basan en la confrontación de ideas, en el debate de los argumentos y en la búsqueda de las mayorías. Los recalcitrantes parlamentarios europeos sólo han dedicado su confianza, su tiempo y su trabajo a las versiones que sobre la realidad colombiana les han presentado los 'representantes diplomáticos' de los grupos terroristas colombianos y a las ONG que de manera sesgada —y en muchas ocasiones cómplice y cínica— reconocen exclusivamente los Derechos Humanos de los opositores políticos y armados del Estado colombiano.

A pesar de las aplastantes evidencias, no aceptan la justa calificación de terroristas que el gobierno del presidente Uribe les ha dado a las organizaciones guerrilleras, pero sí condenan abiertamente a las autodefensas ilegales. Toda esta desequilibrada visión de la realidad colombiana es, ni más ni menos, un acto de injusticia.

Es inconcebible que en Europa haya gente —en especial en la clase dirigente— que todavía cree que las FARC y el ELN son ejércitos de liberación con arraigo popular y respaldo de la población civil, y no grupos narcoterroristas que siembran, procesan y exportan sustancias ilegales —aun hacia sus países—, que matan, secuestran y extorsionan a ciudadanos inocentes, convirtiéndolos en víctimas de los más abominables actos de violencia.

Como se dice en Colombia, si un animal tiene pico de pato, cola de pato y patas de pato, es un pato... ¡no es una gallina!... Y en tal caso sólo los ciegos o ignorantes dirían que se trata de una gallina.

De igual manera, si un grupo armado comete actos terroristas, asesina, secuestra y extorsiona a civiles inocentes, y participa activamente en el negocio del narcotráfico, entonces es un grupo narcoterrorista... ¡no representa la salvación de un pueblo!... Pero en este caso no sólo los ciegos y los ignorantes los justifican y defienden. También lo hacen aquellos cuyo discurso político no ha evolucionado intelectualmente desde el idealismo socialista de los años sesenta.

Por esto resulta indispensable e inaplazable que el gobierno colombiano dedique sus mejores esfuerzos a dar a conocer la realidad de nuestro país, a desenmascarar a los verdaderos asesinos de Colombia y a luchar contra las condiciones de pobreza e inequidad social que han servido de inmorales justificaciones para la existencia de los grupos armados ilegales y para el desarrollo de sus nefastos negocios de muerte y corrupción.

Se dará un paso fundamental en ese sentido cuando varíe sustancialmente la administración de la diplomacia colombiana. Es necesario empezar de una vez por todas a utilizar las embajadas, los consulados y las oficinas de representación como verdaderas misiones diplomáticas, que trabajen por el bien de nuestro país y de sus ciudadanos honrados y trabajadores, en defensa de su imagen y su buen nombre, y por el establecimiento y el mantenimiento de relaciones amistosas, justas y equitativas con todos los países y pueblos del mundo.

Para ello, las sedes diplomáticas deberán dejar de ser —por fin— instrumentos de pago de favores políticos y lugares de retiro para los 'esforzados' y 'cansados' políticos colombianos.

 
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