de la integración económica
y de la búsqueda de acuerdos comerciales
en una economía mundial globalizada,
pero aquellos viajes que no producen resultados
tangibles a mediano y largo plazo son justamente
censurables.
En un país como Colombia, sumido
en el caos, y con una crisis de liderazgo
y gobierno como la que heredó el
presidente Álvaro Uribe de su antecesor,
no sería tolerable un solo viaje
improductivo al exterior.
La primera visita oficial de Uribe a Washington
ha dejado un buen sabor, por la adecuada
programación de la agenda, que incluyó
reuniones del más alto nivel con
el presidente Bush, el vicepresidente Cheney,
los secretarios de Estado, del Tesoro y
de Comercio, un grupo de influyentes congresistas,
la banca multilateral y el Fondo Monetario
Internacional.
Al cumplir con estos compromisos, el presidente
hizo gala de su enorme capacidad de trabajo
y causó impresiones muy positivas
entre sus interlocutores. Al margen de la
evidente distracción de los medios
con el caso de Carlos Castaño, como
consecuencia de la superficialidad y el
sensacionalismo que no son males exclusivos
de nuestros periodistas, la visita de Uribe
contó con una difusión que
pocas veces merecen las que realizan los
mandatarios latinoamericanos.
Esto se debe en parte a la notable labor
que ha cumplido el embajador Luis Alberto
Moreno al frente de la misión colombiana
en Washington y a la continuidad que el
actual gobierno ha sabido darles a los programas
que se venían desarrollando, y que
han diversificado el temario de las relaciones
entre los dos países.
Aunque el narcotráfico y el terrorismo
siguen siendo los asuntos prioritarios dentro
de la agenda de Estados Unidos en nuestro
país, temas fundamentales como la
recuperación de la economía
colombiana, la estabilidad política
y los derechos humanos cobran cada vez mayor
importancia. Durante la visita presidencial,
los miembros de la comitiva tuvieron una
excelente oportunidad para presentar a sus
similares los programas del gobierno en
sus respectivas áreas. A juzgar por
los comentarios escuchados de los analistas
y de los funcionarios estadounidenses, los
colombianos cumplieron exitosamente su labor.
En cuanto a resultados tangibles, la extensión
de los beneficios arancelarios del Atpa
a los productos de nuevos sectores como
el de los textiles y las confecciones, y
los compromisos de apoyo adquiridos por
la banca multilateral con la recuperación
de nuestra economía son los principales
logros alcanzados con esta visita.
Además, quedaron adelantados los
planteamientos de nuevos acuerdos para poder
contar en el futuro cercano con el apoyo
de los Estados Unidos en el proceso de recuperación
de la industria cafetera y del agro colombiano
en general, como una estrategia lógica
para evitar que los cultivos tradicionales
sigan siendo sustituidos por cultivos ilícitos.
Es de esperarse que los viajes que el presidente
Uribe deba realizar al exterior, en desarrollo
de su gestión, tengan suficientes
justificaciones, adecuada programación
y efectiva ejecución, para que se
sigan consiguiendo los resultados esperados
y no sean simples ejercicios de proyección
de imagen.
De esta manera, al final de su mandato
no tendremos que deplorar sus ausencias
ni nos lamentaremos porque gobernó
desde el exterior e hizo cortas visitas
al país, como sucedió en los
cuatro años anteriores.
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