empuje y la claridad doctrinaria de grandes
liberales como el mismo Galán y el
presidente Uribe, a quienes el oficialismo
simplemente les quedó pequeño.
Con el paso del tiempo, esa pobreza conceptual
se vio reflejada en la pérdida de
fuerza electoral. Durante los ochenta las
maquinarias liberales, que históricamente
fueron efectivas en tiempos de elecciones,
se impusieron a las ideas de Galán
y a la forma clara y transparente en que
adelantó sus campañas. Colombia
era otro país; agitar el trapo rojo
y quemar el trapo azul generaba suficiente
motivación en el electorado liberal
para derrotar a sus adversarios.
Veinte años después el liberalismo,
que siempre luchó contra la abstención,
acumula dos derrotas presidenciales consecutivas,
una frente a un candidato de origen conservador
e imagen suprapartidista aunque de
cuestionable nivel intelectual y pobres
calidades de estadista como Andrés
Pastrana, y otra frente a un disidente de
clara estirpe liberal, sólida preparación
y generosa entrega al país como Álvaro
Uribe.
La razón de fondo de la pérdida
del poder es la casi exclusiva dedicación
de las directivas nacionales y regionales
del Partido Liberal a los asuntos electorales
y al control y el reparto de los recursos
públicos, dejando de lado los principios
y las doctrinas liberales que tradicionalmente
representaban deseos y esperanzas de cambio,
progreso e igualdad para amplios sectores
de la población colombiana.
Por principios democráticos es inaceptable
que un partido político -cuyas razones
de ser son la confrontación de ideas
y la preservación de la democracia-
promulgue y promueva la abstención
en un evento tan democrático como
es un referendo. Más contradictorio
aun es hacerlo después de haber participado
en su discusión y haber ayudado a
su aprobación. Esto, además
de incoherente, es absolutamente mezquino.
Como lo es el argumento esgrimido por el
codirector Joaquín José Vives,
quien afirmó que "la Dirección
Nacional Liberal quiso marcar la diferencia
para conservar la identidad y convertirnos
en alternativa del Gobierno, sin sujeción
a cómo le vaya a Uribe". ¡Como
si, en las actuales circunstancias, al irle
mal a Uribe no le fuera mal al país!
No se trata de dejarse llevar por la corriente
del unanimismo. Se puede disentir del Presidente
y del Gobierno, pero es indispensable ejercer
una oposición leal y digna, de cara
a los verdaderos problemas y a los altos
intereses del país.
Esta directiva liberal parece haber olvidado
el rumbo que tomó el Partido Conservador
después de años de ejercer
la oposición de manera destructiva
no reflexiva, como lo promulgaba con
grandilocuencia Misael Pastrana.
Con estas actitudes, la dirección
del Partido Liberal se acerca más
a las orillas del Polo Democrático,
lo cual no resulta extraño al analizar
el talante y el discurso de Piedad Córdoba,
la más visible de sus miembros, quien
quizá se identifica mejor con las
doctrinas y propuestas del nuevo movimiento
político que con las del liberalismo.
Sin lugar a dudas la senadora Córdoba,
dueña de una gran pasión inversamente
proporcional a su razón (por ejemplo,
ha llegado al extremo de calificar de fascista
al presidente Uribe), es quien lidera el
movimiento abstencionista dentro de su colectividad,
en lo que ella parece interpretar como una
gran oportunidad para desquitarse del Gobierno,
y especialmente del Presidente, a quien
siempre ha considerado un rival político.
Con su marcada influencia en el grupo de
codirectores está llevando al Partido
Liberal en contravía de los deseos
de los electores, en un país en que
la gente quiere saber cada vez menos de
partidos y confrontaciones. A los directivos
del liberalismo les resultará muy
difícil explicarles a los colombianos
porqué deben quedarse en sus casas
el sábado 25 de octubre para abstenerse
de votar el referendo y luego salir a votar
copiosamente el domingo 26 para elegir a
sus candidatos.
Lejos de empezar a convertirse nuevamente
en una alternativa de poder, el liberalismo
está perdiendo una oportunidad histórica
de refrescar la democracia colombiana mediante
la participación en el referendo
como nuevo escenario de elección
popular, con cuyas propuestas se puede estar
de acuerdo o en desacuerdo. Lo que nadie
debe hacer es dejar de opinar, y mucho menos
ser tan irresponsable para invitar a los
ciudadanos a no participar.
Es necesario recordarles a los miembros
de la Dirección Nacional Liberal
la famosa frase de Darío Echandía,
ese sí un gran liberal, quien mostró
su total desacuerdo con las actitudes de
varios grupos de liberales durante la revuelta
del 9 de abril. Al explicarle éstos
que buscaban tomarse el poder a toda costa,
Echandía les contestó: "¿Y
el poder para qué?"
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