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Principal > Columnas > Inventario > Semana del 14 al 20 de octubre de 2002

El silencio de los ignorantes.

Por: Jaime Eduardo Prieto Osorio.


Juan P. Montoya/ Gabo/ Santiago Botero

La semana pasada tuvo tres protagonistas colombianos altamente positivos: Gabriel García Márquez, por el lanzamiento de "Vivir para contarla", primer tomo de sus memorias; Santiago Botero, por la medalla de oro en la prueba contrarreloj del Campeonato Mundial de Ciclismo en Zolder (Bélgica); y Juan Pablo Montoya, por su tercer lugar en el Campeonato Mundial de Automovilismo de Fórmula 1.

Mientras las cualidades de estos tres notables colombianos, quienes no requieren comparaciones con otros ni entre ellos, fueron ampliamente destacadas en medios de comunicación de todo el mundo, en su propio país no han recibido el trato que merecen.

 
El cubrimiento informativo que los medios de comunicación colombianos dieron al lanzamiento de las memorias de Gabo, quizás el mejor escritor vivo del mundo, fue superficial y anecdótico —salvo escasas y honrosas excepciones—, y contó con menos tiempo y dedicación que el insoportable sainete de los "Protagonistas de novela". Como si las vivencias de los candidatos al premio mayor de este concurso fueran más importantes y trascendentales para nuestro país que la vida y la obra de nuestro único Premio Nobel.

A tal punto llegó la pérdida del sentido de las proporciones que el Canal RCN, productor del concurso, realizó una encuesta para tratar de determinar quién es más popular en Colombia: García Márquez, el presidente Álvaro Uribe o Jáider Villa, "Protagonista de novela" por votación popular.

Nadie en sus cabales puede entender en qué estaban pensando los directivos y programadores del canal cuando pretendieron comparar a dos personajes de indiscutible trascendencia para la cultura y el futuro político, económico y social de nuestro país con un jovencito que sólo gracias a su carisma ganó un concurso de talento actoral con las más bajas calificaciones sobre sus actuaciones.

Los medios de comunicación de nuestro país, en una demostración de su inmensa irresponsabilidad, han nivelado por lo bajo a sus lectores, televidentes y oyentes, ofreciéndoles productos cuya pobre calidad artística y periodística contrasta con las altas inversiones y sus consecuentes alardes de gran producción.

Pero lo más grave es lo que estos programas siembran en la conciencia popular: valores humanos deformados y principios de vida distorsionados. Por esta razón, la carta abierta de los rectores de varios de los principales colegios del país, en protesta por la intención y el contenido de "Protagonistas de novela", está plenamente justificada. La verdad es que los medios están saboteando la labor educativa de los padres de familia responsables y de los buenos maestros.

Los medios de comunicación existen para informar, analizar, entretener y educar. Nuestros medios se han olvidado de sus deberes y sólo piensan en sus negocios: informan mal, no analizan y tampoco educan. Apenas entretienen, pero lo hacen de una manera que favorece la pérdida de valores de nuestra sociedad en crisis.

Los casos de Santiago Botero y Juan Pablo Montoya no son más afortunados: la inmensa mayoría de los periodistas deportivos colombianos a duras penas entienden el fútbol, y eso porque es el más popular de los deportes y porque les da para vivir bien, aunque pocos saben de él, como quedó demostrado en el pasado Mundial de Corea y Japón. No saben ni entienden de otros deportes y, por lo tanto, no alcanzan a entender las dimensiones de los logros de nuestros grandes deportistas, quienes generalmente se destacan en disciplinas diferentes del fútbol.

Dos semanas antes de iniciarse los Campeonatos Mundiales de Ciclismo, Botero recibió una andanada de críticas de los "periodistas futbolísticos" —en Colombia las vacas sagradas del periodismo deportivo sólo hablan de fútbol— por su actuación en la Vuelta a España, olvidando su gran actuación en el Tour de Francia y el hecho de que el mismo Botero había advertido que la Vuelta no era su principal objetivo deportivo del final de la temporada, como sí lo era la prueba contrarreloj de los Mundiales. Aun así, ganó una etapa y colaboró hasta el sufrimiento para que su equipo ganara la clasificación general con Aitor González.

Después de su heroico y memorable triunfo, todos los que lo habían criticado se unieron al coro de aduladores y ninguno de ellos ha reconocido aún su error al haberlo descalificado como lo hicieron. Reconocer las fallas es de grandes hombres; quizás por esto ninguno de los comentaristas deportivos lo ha hecho.

Por su parte, Juan Pablo Montoya es, sin duda, el mejor piloto de automovilismo en la historia de Colombia y uno de los mejores del mundo en la actualidad. Su tercer lugar en el Campeonato Mundial de Fórmula 1 demuestra que es el mejor piloto que corre en un auto diferente a los Ferrari.

Pero nuestros "periodistas" no alcanzan a entender que la Fórmula 1 es la máxima categoría del automovilismo mundial y que su desarrollo tecnológico es a los automóviles lo que el diseño de cohetes es a los aviones. Por lo tanto, los presupuestos y las tecnologías son determinantes en la obtención de resultados. No es extraño entonces que ellos comparen las carreras de Fórmula 1 con las de carros familiares o de turismo.

Por lo pronto, Montoya seguirá recibiendo grandes elogios fuera de su país, tanto de sus competidores como de la prensa deportiva internacional, en la que es más fácil encontrar periodistas de verdad: profesionales, estudiosos y equilibrados.

Se dice que cada uno tiene la capacidad de alcanzar su propio nivel de incompetencia. A lo largo de la semana pasada, los medios de comunicación colombianos alcanzaron su propio nivel de mediocridad.

En lugar de dedicar sus espacios a hablar poco y mal de quienes producen buenas noticias para nuestro país, quizás les vendría mejor guardar silencio: el prudente silencio de los ignorantes.

 
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