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Principal > Columnas > Inventario > Semana del 25 de noviembre al 1 de diciembre de 2002

Católicos intolerantes contra el derecho a la igualdad.

Por: Jaime Eduardo Prieto Osorio.


Parejas/Cruz católica

Durante las últimas dos semanas ha estado en primera línea la discusión sobre el proyecto de ley de la senadora Piedad Córdoba que reconoce las uniones homosexuales y los derechos de quienes las conforman.

Este proyecto sólo pretende garantizar la estabilidad de estas uniones ante la ley, y a pesar de que muchos sectores lo han apoyado en público y en privado, contra él se han alzado voces de protesta y se ha organizado un movimiento de resistencia conformado por varios rectores de colegios y universidades, empresarios, políticos, religiosos y hasta un ex presidente.
 

Quienes apoyan el proyecto lo ven como lo que es: un importante avance en la búsqueda de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, tal como lo contempla nuestra constitución y la de cualquier país civilizado; es decir, sin distingos de origen, raza, edad, creencia religiosa o política, género y sexo.

Los que lo atacan han difundido información equívoca y errónea sobre su contenido, atribuyéndole el poder de autorizar a las parejas homosexuales la adopción de hijos y otros alcances que no tiene, pues no están contemplados en él. Con esto buscan confundir a la opinión pública y producir un masivo rechazo al proyecto.

El grupo de resistencia al proyecto ha publicado en los principales diarios de circulación nacional un costoso aviso de mal gusto por su pobreza estética, su contenido amarillista y, principalmente, por su bajo nivel intelectual, pues está plagado de errores ortográficos, gramaticales e históricos. Al leerlo se siente una especie de pena ajena y con él quedan muy mal paradas las personalidades que lo firman, especialmente los representantes de las instituciones educativas, quienes deberían obligarse a ser más rigurosos en la construcción conceptual y la redacción de un documento de estas características. Su participación en el aviso es un mal síntoma del estado de la educación en Colombia.

En el aviso se esgrimen de manera incoherente diversos argumentos jurídicos, sociales, históricos, biológicos, médicos y, principalmente, religiosos. Pero las vaguedades e imprecisiones que los sustentan le restan validez y lo reducen a un catálogo de simples opiniones sobre las preferencias sexuales de los demás, basadas en la distorsión, tergiversación y manipulación de la verdad.

Los firmantes del aviso no tuvieron en cuenta la discriminación y la persecución a que viven sometidos quienes tienen como un rasgo propio de su naturaleza y de su personalidad el sentirse atraídas hacia personas del mismo sexo y, en especial, los que quieren vivir en pareja para tener relaciones estables. Estos ciudadanos merecen tener los mismos derechos sobre el patrimonio, las sucesiones y la seguridad social de los cuales disfrutan las parejas heterosexuales.

Sorprende la conveniente amnesia que ataca a algunos grupos de católicos y evangélicos cuando de defender sus posiciones se trata: por ejemplo, olvidan fácilmente las persecuciones de que fueron objeto los primeros por parte de los romanos y los segundos por parte de los católicos, precisamente por ser diferentes a sus perseguidores.

Resulta difícil entender que estos grupos reaccionarios nunca hubieran manifestado con similar determinación su indignación frente a las actividades de los narcotraficantes, las masacres cometidas por los grupos armados ilegales, los desplazamientos masivos generados por la violencia, la corrupción generalizada en las entidades oficiales, la desigualdad social y todos los problemas reales que tiene nuestro país, y que afectan directamente al individuo, a la familia y a la sociedad, cuyos derechos dicen defender.

Las únicas explicaciones probables para esta actitud serían: 1) el temor a enfrentar con valor a quienes seguramente podrían atentar contra ellos, como los narcotraficantes, los guerrilleros, los paramilitares y los corruptos; 2) el hecho de que para ellos sean más graves las uniones entre homosexuales o las publicaciones de fotos de desnudos que las masacres de campesinos indefensos o la malversación de fondos públicos por parte de los dirigentes políticos y sus empleados oficiales.

Lo primero es un signo de cobardía, pues están actuando con la seguridad que les da el saber que los homosexuales no reaccionarán violentamente contra ellos; y lo segundo es una muestra de la doble moral que siempre han predicado y practicado.

Las más claras manifestaciones de la cobardía y la doble moral son la intolerancia y la violencia. Esto hace que las actitudes reaccionarias y moralistas sean más peligrosas que cualquier proyecto de ley igualitario.

 
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