come de manera descontrolada y un 33% tiene
sentimientos de culpa después de
comer. Para tratar de conservar su peso,
el 8% se induce vómito después
de alimentarse.
La principal causa de los trastornos en
la alimentación es la obsesión
por la figura, una moda que más parece
una epidemia por la asombrosa cantidad
de mujeres que la padecen, y cuyos
síntomas son delgadez extrema, ojeras
permanentes y palidez cadavérica.
Por el ansia de parecerse a las exitosas
modelos que los medios de comunicación
han elevado a la categoría de símbolos
de la belleza y el éxito, las jóvenes
están dispuestas a sacrificar su
salud y a poner en riesgo su vida.
El ideal de belleza femenina encarnado
por mujeres de hermosas formas y piernas
firmes fue sustituido en los últimos
años por figuras planas con redondeces
artificiales. Por parecerse a ellas, adolescentes
y jóvenes se someten de manera obsesiva
a rigurosas dietas, extenuantes programas
de ejercicio físico, inútiles
tratamientos estéticos y, por último,
a peligrosas cirugías.
La proyección de esa imagen plástica
lleva a miles de niñas a la errónea
convicción de que el único
camino para alcanzar la aceptación
en esta sociedad es el de la belleza física,
dejando de lado valores trascendentales
como la inteligencia y el estudio. No poseerla
o no alcanzarla les genera inseguridad y
malas relaciones interpersonales.
Pocas mujeres sufren anorexia o bulimia
por causas biológicas. La inmensa
mayoría las padece por carencia de
afecto en su entorno y por falta de amor
propio.
En muchos casos, la falta de autoestima
lleva a cientos de mujeres por caminos de
autodestrucción al permitir su explotación
sexual. En lugar de buscar prepararse intelectualmente
y persistir en la búsqueda de un
trabajo honroso, estas mujeres aceptan las
propuestas de viajar al exterior para trabajar
como supuestas modelos o bailarinas, a sabiendas
en su mayoría de que
su labor será la de prostitutas;
más o menos elegantes, más
o menos costosas, pero prostitutas al fin.
Son pocas las que lo hacen engañadas
o como último recurso, después
de haber agotado todas las opciones de trabajo.
Pero hay un grupo cada vez más grande
de mujeres que aparecen con frecuencia en
los medios de comunicación y tienen
un gran éxito profesional y económico.
Son aquellas reinas de belleza, modelos
y actrices que también practican
el llamado oficio más antiguo del
mundo, no por unas cuantas monedas que les
permitan escasamente sobrevivir y mantener
a sus familias, sino a cambio de fama, viajes,
joyas y lujosos carros y casas.
Estas populares figuras del jet-set criollo
practican una forma de prostitución
que no aparece definida en ningún
diccionario: la prostitución de los
principios y los valores. Optan por la línea
de menor resistencia para alcanzar sus ambiciosos
objetivos, dejando regada su dignidad a
lo largo del camino al éxito y la
fama.
La semana pasada, una estudiante de noveno
semestre de medicina de la Universidad Nacional
inició un incendio en un bus articulado
de Transmilenio, que gracias a la rápida
salida de los pasajeros no terminó
en tragedia. Es prácticamente imposible
entender porqué una futura médica,
quien debía dedicar todos sus esfuerzos
a la preservación de la vida humana,
pudo poner en riesgo a decenas de personas.
Sólo la pérdida de valores
lo puede explicar.
Todo parece indicar que, en su afán
de liberarse y competir con los hombres,
muchas mujeres se han nivelado por lo bajo
con ellos. Basta con observar sus maneras
de comportarse, escuchar sus conversaciones
y analizar el lenguaje que utilizan, para
llegar a esta conclusión. Se equivocan
si creen que ser fuertes para evitar que
se les siga considerando el sexo débil
significa renunciar a la delicadeza y la
feminidad.
Las mujeres tienen por naturaleza todas
las cualidades suficientes para destacarse
en el mundo actual: son inteligentes, fuertes,
resistentes y ordenadas. Son capaces de
superar a los hombres en todas las tareas
que no impliquen fuerza bruta, pero muchas
de ellas han distorsionado con su comportamiento
lo que significa la liberación femenina.
Sería mejor si se liberaran más
de la cintura para arriba que de la cintura
para abajo.
Es indispensable que todas las mujeres
colombianas recuperen su autoestima; que
se quieran, se respeten y se valoren más,
para que puedan dar y recibir amor, respeto
y valoración. Para que puedan poblar
este país con hombres y mujeres llenos
de amor propio, que sean capaces de luchar
por él y recuperarlo.
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