movimientos de protesta social en Argentina,
que han dado lugar a graves hechos de violencia.
A la agitación política,
el adoctrinamiento y el entrenamiento de
grupos clandestinos en Ecuador y Perú,
se suman el reclutamiento de indígenas
en Brasil, las actividades de narcotráfico
y extorsión en estos mismos países,
Panamá y Venezuela, y el proselitismo
de izquierda en Paraguay, Chile y Argentina.
El llamado de alerta del presidente colombiano
fue uno de los argumentos más convincentes
para que sus homólogos se le unieran
en la lucha contra el terrorismo en Colombia
y en todo el continente.
A nadie debería resultarle extraña
la nueva estrategia de las FARC, pues todos
los negocios y empresas, después
de lograr rentabilidad y éxito en
su país de origen, buscan expandirse
hacia nuevos mercados donde sus actividades
tengan posibilidades de producir buenos
resultados. Y las FARC son, desde hace muchos
años, más que un movimiento
revolucionario de izquierda, una de las
más rentables empresas criminales
del mundo.
Sus principales "actividades productivas"
son el narcotráfico, el secuestro
y la extorsión, y gracias a ellas
sus ingresos anuales superan los US$1.000
millones. En Colombia son los líderes
indiscutibles en estos rentables negocios,
seguidos muy de lejos por sus colegas del
ELN, los competidores de las AUC y la microempresa
del EPL.
Después de haber alcanzado en Colombia
los niveles de poder y cobertura de mercado
que caracterizan a los monopolios, la evolución
natural de los negocios lleva ahora a las
FARC a buscar mercados más allá
de las fronteras.
Para repetir el éxito alcanzado
en nuestro país utilizarán
seguramente estrategias y tácticas
similares a las que les han dado tan buenos
resultados en el pasado reciente: aprovechar
el hambre y las desigualdades sociales presentes
en todos los países latinoamericanos
para disfrazar sus actividades narcoterroristas
con la máscara de la lucha social,
y adelantar el "lobby diplomático"
que les garantice el silencio cómplice
de la comunidad internacional.
Gracias a sus vergonzosos niveles de pobreza,
inequidad y corrupción, los países
latinoamericanos siguen siendo tierra abonada
para el surgimiento de movimientos subversivos
que planteen alternativas de reivindicación
social a los sectores más deprimidos,
así éstas sean solamente falsas
ilusiones destinadas a ocultar las verdaderas
intenciones de poder económico y
territorial de estas organizaciones.
Entre las mayores dificultades que enfrenta
la lucha contra las crecientes actividades
criminales de las FARC en el continente
se cuentan la magnitud de las fronteras
de nuestro país y la vasta extensión
de las selvas que son el medio ambiente
natural de estos terroristas.
Pero sin duda el más grande de los
obstáculos puede ser la falta de
compromiso real de los gobiernos para llevar
a cabo con el apoyo técnico
y logístico de Estados Unidos
operaciones conjuntas que le corten el paso
a esta expansión. Esto empezó
a hacerse latente este fin de semana con
la oposición de Hugo Chávez,
presidente de Venezuela, a la declaración
de apoyo del Grupo de Río a la lucha
del gobierno colombiano contra el terrorismo,
a la que calificó de "inaceptable
intervención en los asuntos internos
de Colombia".
Lejos de defender la soberanía de
nuestro país, con esta desafortunada
actitud de Chávez se favorecen los
intereses de los terroristas de las FARC,
lo cual refuerza la percepción generalizada
que existe en Colombia sobre la protección
y el apoyo que el gobierno del vecino país
ha brindado a esta organización,
al permitir la libre circulación
de los bandoleros a través de la
frontera común y la existencia de
sus campamentos en territorio venezolano.
Por encima de estos obstáculos debe
imponerse un frente común de lucha
contra la expansión de las FARC,
para que sus semillas de muerte y destrucción
no puedan ser sembradas en otros países
de nuestra sufrida región, y para
que sus pobladores no tengan que padecer
en el futuro las consecuencias del narcoterrorismo
y la bestialidad de sus acciones.
|