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Principal > Columnas > Inventario > Semana del 28 de julio a 3 de agosto de 2003

Crónica de un rescate fallido.

Por: Jaime Eduardo Prieto Osorio.


Presidentes de Brasil y Francia/ Íngrid Betancourt

Todo lo que se conoce sobre la frustrada liberación de Íngrid Betancourt conduce a una sencilla conclusión: era poco probable que la ex candidata presidencial recobrara su libertad como resultado de un episodio tan confuso.

No podía esperarse un desenlace positivo de una operación en la que intervinieran tantas partes: las FARC, un campesino utilizado por estas como medio de contacto, los sacerdotes, los funcionarios del gobierno colombiano, la familia de Betancourt, los funcionarios y los agentes secretos franceses, la policía y la prensa brasileñas, y quién sabe cuántas más.

Si lo que se buscaba era discreción y prudencia en el

manejo de la información y los contactos necesarios para obtener una eventual liberación, el procedimiento escogido o finalmente utilizado no pudo ser peor. Para todo el mundo es claro que la mejor manera de garantizar que un secreto sea revelado, difundido y tergiversado es manejarlo como tal entre más de una persona.

Seguramente con muy buenas intenciones, la mayoría de los protagonistas de este episodio terminaron jugando al "teléfono roto", con una elemental pero enorme diferencia con el juego infantil: lo que se ponía en riesgo no era la integridad de una frase sino la libertad y la integridad física de una persona que cuenta con protagonismo y representatividad en el ámbito nacional, y con reconocimiento y prestigio en el internacional.

En el fondo lo que originó tanta confusión fue la falta de claridad sobre el objetivo de la operación: al final no se supo si lo que se buscaba era la liberación humanitaria de Íngrid Betancourt por razones de salud, la terminación de su secuestro a cambio de armas, dinero en efectivo o un tratamiento médico para 'Raúl Reyes' o, al menos, la obtención de una prueba de supervivencia de ella.

Cada una de las partes que intervinieron en esta operación y los medios de comunicación que se han ocupado de informar acerca de ella han dado la versión de la verdad que les ha parecido más creíble o conveniente.

Pero posiblemente la realidad sobre las verdaderas intenciones de las FARC sólo la conozcan ellas mismas, lo cual resulta ser una paradoja de la mayor gravedad: que quienes siempre se han caracterizado por engañar, matar, secuestrar y destruir en nuestro país sean los dueños de una verdad.

Quizás en ello radican todas las fallas de esta operación: en haberles creído a las FARC. Íngrid Betancourt es un rehén político muy importante para esa organización para entregarla prematuramente cuando el tema del canje no se ha vuelto a tocar. Lo más probable es que pretendieran entregar pruebas de su supervivencia a cambio del tratamiento de Raúl Reyes y otros guerrilleros enfermos en Francia.

Por otra parte, a muchos colombianos les ha quedado un sabor agridulce después de conocer las informaciones recogidas: no es fácil comprender y aceptar que se haga semejante despliegue de recursos humanos, económicos y logísticos para intentar obtener la liberación de una sola persona, por importante que ella sea, mientras para miles de colombianos las esperanzas de recobrar su libertad se desvanecen con el paso de los días, los meses y los años, así como se prolonga indefinidamente la zozobra de sus familiares.

Y esto es válido también en el caso de Clara Rojas, ex candidata a la Vicepresidencia como compañera de fórmula de Íngrid Betancourt, a quien rara vez se menciona en los medios y en los comunicados oficiales, a pesar de haber sido secuestrada con ella y haberla acompañado a lo largo de su cautiverio —al menos hasta donde se ha podido conocer—.

Aunque no resultan extraños los esfuerzos del gobierno francés para facilitar la liberación de uno de sus ciudadanos, sí contrastan con su tibia actitud ante los abusos de las FARC contra la población civil colombiana y frente a la deplorable situación de los ciudadanos secuestrados por esa organización terrorista.

Lo que sí quedó confirmado durante el desarrollo de los hechos fue la asombrosa libertad de acción con que cuentan las FARC en la frontera con Brasil y, lo que es aun más grave, en el mismo territorio brasileño. Esto les sigue dando la razón a quienes han advertido que, gracias a su inmenso poder económico y a su capacidad de intimidación, la agrupación subversiva cuenta con la colaboración de autoridades venezolanas y brasileñas en la Orinoquía y la Amazonía.

Por hechos como éste, cada vez se hace más urgente exigir a los países vecinos y a la comunidad internacional en general un mayor apoyo para la inmensa mayoría de los colombianos y actitudes más fuertes en contra de las FARC. No pueden seguir manteniendo por más tiempo la incoherencia que supone prevenir y luchar contra el terrorismo en el resto del mundo y proteger simultáneamente a los terroristas en Colombia.

 
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