manejo de la información y los contactos
necesarios para obtener una eventual liberación,
el procedimiento escogido o finalmente utilizado
no pudo ser peor. Para todo el mundo es
claro que la mejor manera de garantizar
que un secreto sea revelado, difundido y
tergiversado es manejarlo como tal entre
más de una persona.
Seguramente con muy buenas intenciones,
la mayoría de los protagonistas de
este episodio terminaron jugando al "teléfono
roto", con una elemental pero enorme
diferencia con el juego infantil: lo que
se ponía en riesgo no era la integridad
de una frase sino la libertad y la integridad
física de una persona que cuenta
con protagonismo y representatividad en
el ámbito nacional, y con reconocimiento
y prestigio en el internacional.
En el fondo lo que originó tanta
confusión fue la falta de claridad
sobre el objetivo de la operación:
al final no se supo si lo que se buscaba
era la liberación humanitaria de
Íngrid Betancourt por razones de
salud, la terminación de su secuestro
a cambio de armas, dinero en efectivo o
un tratamiento médico para 'Raúl
Reyes' o, al menos, la obtención
de una prueba de supervivencia de ella.
Cada una de las partes que intervinieron
en esta operación y los medios de
comunicación que se han ocupado de
informar acerca de ella han dado la versión
de la verdad que les ha parecido más
creíble o conveniente.
Pero posiblemente la realidad sobre las
verdaderas intenciones de las FARC sólo
la conozcan ellas mismas, lo cual resulta
ser una paradoja de la mayor gravedad: que
quienes siempre se han caracterizado por
engañar, matar, secuestrar y destruir
en nuestro país sean los dueños
de una verdad.
Quizás en ello radican todas las
fallas de esta operación: en haberles
creído a las FARC. Íngrid
Betancourt es un rehén político
muy importante para esa organización
para entregarla prematuramente cuando el
tema del canje no se ha vuelto a tocar.
Lo más probable es que pretendieran
entregar pruebas de su supervivencia a cambio
del tratamiento de Raúl Reyes y otros
guerrilleros enfermos en Francia.
Por otra parte, a muchos colombianos les
ha quedado un sabor agridulce después
de conocer las informaciones recogidas:
no es fácil comprender y aceptar
que se haga semejante despliegue de recursos
humanos, económicos y logísticos
para intentar obtener la liberación
de una sola persona, por importante que
ella sea, mientras para miles de colombianos
las esperanzas de recobrar su libertad se
desvanecen con el paso de los días,
los meses y los años, así
como se prolonga indefinidamente la zozobra
de sus familiares.
Y esto es válido también
en el caso de Clara Rojas, ex candidata
a la Vicepresidencia como compañera
de fórmula de Íngrid Betancourt,
a quien rara vez se menciona en los medios
y en los comunicados oficiales, a pesar
de haber sido secuestrada con ella y haberla
acompañado a lo largo de su cautiverio
al menos hasta donde se ha podido
conocer.
Aunque no resultan extraños los
esfuerzos del gobierno francés para
facilitar la liberación de uno de
sus ciudadanos, sí contrastan con
su tibia actitud ante los abusos de las
FARC contra la población civil colombiana
y frente a la deplorable situación
de los ciudadanos secuestrados por esa organización
terrorista.
Lo que sí quedó confirmado
durante el desarrollo de los hechos fue
la asombrosa libertad de acción con
que cuentan las FARC en la frontera con
Brasil y, lo que es aun más grave,
en el mismo territorio brasileño.
Esto les sigue dando la razón a quienes
han advertido que, gracias a su inmenso
poder económico y a su capacidad
de intimidación, la agrupación
subversiva cuenta con la colaboración
de autoridades venezolanas y brasileñas
en la Orinoquía y la Amazonía.
Por hechos como éste, cada vez se
hace más urgente exigir a los países
vecinos y a la comunidad internacional en
general un mayor apoyo para la inmensa mayoría
de los colombianos y actitudes más
fuertes en contra de las FARC. No pueden
seguir manteniendo por más tiempo
la incoherencia que supone prevenir y luchar
contra el terrorismo en el resto del mundo
y proteger simultáneamente a los
terroristas en Colombia.
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