Y hubo quienes se lamentaron de que el Gobierno
hubiera recordado a esta lejana región
después de años de abandono,
olvido y entrega en manos de la violencia
y la corrupción.
Paradójicamente, en el fondo estas
opiniones están basadas en visiones
limitadas y análisis superficiales
de la realidad que se vive en las regiones
apartadas de los centros del poder. Vamos
por partes...
Durante casi tres décadas la posición
dominante de las organizaciones subversivas
y los grupos de narcotraficantes que
primero se hicieron socios y luego se convirtieron
en uno solo y la consiguiente corrupción
reinante en aquellas regiones han sido las
consecuencias directas y lógicas
de la falta de presencia del Estado, no
sólo con autoridades civiles legítimamente
constituidas y una fuerza pública
actuante sino con la necesaria y suficiente
inversión social en salud, educación
e infraestructura de servicios públicos.
Fiel a su programa de gobierno y a su coherente
línea de acción, el presidente
Uribe ha puesto en ejecución estrategias
de descentralización en todos los
órdenes. Una de ellas ha sido la
de llevar personalmente a todas las regiones
del país sus ideas y decisiones sobre
lo que deberá ser la gestión
pública durante su cuatrienio.
En otras palabras, con su propio ejemplo
está enseñándoles a
gobernadores, alcaldes y funcionarios de
todos los niveles en los entes administrativos
regionales el difícil arte de gobernar
y administrar, mientras ve directamente
los problemas y escucha a quienes los padecen.
Esto lo ha hecho a costa de poner en riesgo
su propia seguridad y la de sus inmediatos
colaboradores, quienes llenos de mística
y en una actitud generosa, valiente y sacrificada
se están jugando la vida entera para
conseguir el cambio que el país necesita
en las costumbres políticas y en
la manera de regir su destino.
Es apenas natural que estos inmensos esfuerzos
tengan un alto costo económico, pero
éste no debe ser visto como un gasto
sino como una inversión en el futuro
del país. Para el Presidente y el
Gobierno pueden tener también un
importante costo en términos de prestigio
y capital político, pues de los resultados
de estas gestiones dependerá en buena
parte la gobernabilidad de las regiones
y del país en general.
Todas estas demostraciones de compromiso
con el país han sido vistas y valoradas
por la inmensa mayoría de los colombianos.
Es la aceptación mayoritaria con
que cuenta la gestión presidencial
la que mantiene arriba los índices
de popularidad del presidente Uribe, y no
una estrategia que busca efectividad en
los medios. Pocas cosas están más
lejos del interés y el estilo de
Uribe que el manejo cosmético de
su imagen.
Resulta paradójico, por no decir
injusto, que los mismos "opinadores"
de oficio que no advirtieron al país
sobre la superficialidad, el efectismo y
la incapacidad de Andrés Pastrana
como estadista y gobernante estén
ahora imaginando o inventando esos defectos
en Álvaro Uribe.
Infortunadamente, en este aspecto Colombia
está muy cerca de ser un país
ingobernable: desde varios ángulos
saltan ahora opositores al Gobierno para
darle palo porque boga y palo porque no
boga, porque para ellos lo importante es
dar palo.
Lo que llevó a cabo el Gobierno
en Arauca fue un legítimo acto de
soberanía, no contra un país
invasor sino contra un enemigo interno que
hace décadas invadió nuestras
vidas y nos robó la tranquilidad
y el derecho a la prosperidad. En una feliz
coincidencia, este gesto de patriotismo
se dio en la misma semana que los colombianos
celebramos el Grito de Independencia, porque
lo que necesitamos es declararnos independientes
de nuestros grandes males: el terrorismo,
el narcotráfico y la corrupción.
No faltarán quienes se opongan a
los vientos de cambio, como hace 193 años
lo hicieron quienes se durmieron en los
laureles y convirtieron a Colombia en la
Patria Boba que en muchos aspectos aún
es.
|