Muchos de ellos
olvidaron rápida y convenientemente
el honesto diagnóstico que este Gobierno
hizo del enorme déficit fiscal que
encontró y de las causas del mismo,
así como su valiente actitud al asumir
el costo político que le acarrearía
llevar a cabo un programa serio de saneamiento
de las finanzas del Estado.
El déficit previsto para el próximo
año es, en un alto porcentaje, remanente
del "hueco fiscal" heredado de
las anteriores administraciones, que no
tuvieron el valor y la voluntad política
requeridos para luchar contra la corrupción
y llevar a cabo reformas estructurales inaplazables,
como las del régimen pensional y
la burocracia estatal, con el fin de disminuir
el desequilibrio en las finanzas del Seguro
Social cubierto año tras año
por el Gobierno y recortar sustancialmente
el gasto público.
A esto se le han sumado el aumento de la
deuda pública interna y externa con
el impacto adicional que tiene la devaluación
sobre esta última, la "bomba"
pensional, el pago de la deuda social y
el costo del programa de seguridad democrática
emprendido por el Gobierno.
La actual administración cuenta
con un estrecho margen de maniobra frente
a la situación fiscal del país:
no puede dejar de pagar la deuda o las pensiones,
pero tampoco puede renunciar a realizar
indispensables inversiones en salud, educación,
servicios públicos e infraestructura.
Y mucho menos puede dar un paso atrás
en el propósito de mejorar la seguridad
y la tranquilidad de los colombianos.
Quizás los únicos que no
han intervenido aún en el debate
fiscal son los responsables mediatos e inmediatos
de la difícil situación económica
de nuestro país: los ex presidentes
y sus equipos económicos.
Basta con mencionar a las dos anteriores
administraciones: el gobierno de Samper
disparó el gasto público en
su lucha por mantenerse en el poder a
pesar de los esfuerzos de quienes conspiraban
en su contra desde todos los flancos para
tratar de derrocarlo, y el de Pastrana
desgobernó al país en todos
los aspectos incluido el económico
y lo dejó en manos de los corruptos
y los terroristas, mientras proyectaba hacia
el país y el exterior una imagen
positiva engordada a base de maquillaje
y frivolidad.
Debido principalmente a la inestabilidad
política, la inseguridad y la corrupción
aumentaron el desempleo y la pobreza, se
estancó la economía y disminuyeron
los ingresos fiscales.
El difícil proceso de recuperación
gradual y consistente del déficit
fiscal exigirá un esfuerzo adicional
de parte de todos los colombianos para asumir
más impuestos, mediante la anticipación
del inicio en el cobro del 2% de IVA sobre
lo que está exento en la actualidad,
el pago de un gravamen sobre las pensiones
y la suscripción de bonos que serán
concertados con el sector privado.
Pero también demandará ingentes
esfuerzos por parte del Gobierno para luchar
contra la evasión, la corrupción,
la mala administración y la violencia,
y para apoyar aun más la creación
y la recuperación de empresas, con
el fin de impulsar la generación
de nuevos empleos, lo que aumentará
la demanda, con el consiguiente efecto de
reactivación de la economía
y el sustancial incremento de los ingresos
fiscales.
Nos tocará a todos empujar con fuerza
en la misma dirección para sacar
adelante la economía, y apoyar al
Gobierno como lo hemos hecho mayoritariamente
en otros aspectos. Lo peor que podríamos
hacer ahora sería dejarlo solo en
la lucha por recuperar al país de
su profunda crisis.
Colombia merece y espera que nos convirtamos
en los mejores administradores de herencias,
a pesar de las enormes dificultades que
deberemos enfrentar para convertir la pobreza
en riqueza, la injusticia en justicia y
la violencia en paz. De ese tamaño
es nuestro reto.
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