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Principal > Columnas > Inventario > Semana del 30 de diciembre de 2002 al 5 de enero de 2003

Colombia, frente a una declaración de guerra.

Por: Jaime Eduardo Prieto Osorio.


Tirofijo/Miliciano quemando hojas de votación

Como si alguna de las acciones de las FARC pudiera sorprendernos, los medios de comunicación de nuestro país difundieron la semana anterior la propuesta de esta agrupación guerrillera de crear un "gobierno" que, desde la clandestinidad, actúe paralelamente al gobierno legítimo del presidente Álvaro Uribe.

De acuerdo con el comunicado de las FARC, el gobierno clandestino sería "democrático y anti-neoliberal".

No puede imaginarse algo más antidemocrático que un gobierno propuesto —léase impuesto— por una organización terrorista que a lo largo de más de treinta

años de existencia se ha dedicado a atacar indiscriminadamente a los ciudadanos indefensos de Colombia, y a tratar de desvirtuar todos los procesos democráticos que se han producido en el país.

Por otra parte, los miembros del secretariado de las FARC no tienen autoridad moral ni conceptual para calificar de neoliberal a este gobierno, como tampoco la tuvieron para atacar las políticas económicas de los anteriores. En los años recientes, sus únicas propuestas económicas han sido las sumas de dinero exigidas a las personas y empresas extorsionadas, a los familiares de los secuestrados —a cambio de liberarlos—, y a los narcotraficantes —para garantizarles la tranquilidad en la producción y movilización de sus cargamentos de sustancias ilícitas—.

Además, uno de los factores más influyentes en el deterioro de la economía nacional es el accionar destructivo de los grupos guerrilleros, que obliga a destinar ingentes recursos del patrimonio de todos los ciudadanos a la reconstrucción de la infraestructura, así como a la recuperación de las actividades productivas, con el objeto de revitalizar la economía.

Está claro que las FARC no tienen ninguna intención de acatar los deseos de la mayoría de los demócratas colombianos que eligieron contundentemente a Uribe en las elecciones presidenciales de 2002. Tampoco aceptan los resultados de las encuestas, que lo confirman como uno de los presidentes más populares en la historia reciente del país, principalmente por tener a los grupos subversivos como uno de sus objetivos de lucha en la búsqueda del bienestar de todos los ciudadanos.

El presidente Uribe ha mantenido abiertas las posibilidades de iniciar un proceso de negociación con las FARC y el ELN con la mediación de la ONU, ya que en los últimos años la negociación directa se vio frustrada muchas veces, como consecuencia de la falta de seriedad y cumplimiento de los subversivos. Ahora el gobierno está mostrando su disposición a buscar acercamientos y acuerdos de desmovilización y desarme con las autodefensas, y esto parece haber molestado a los miembros del secretariado, quienes seguramente extrañan el desmedido protagonismo que tuvieron durante la administración de Andrés Pastrana.

Los comandantes de esa organización han denunciado una supuesta colaboración de la Fiscalía General de la Nación con la justicia estadounidense, que envió al estado colombiano las solicitudes de extradición de tres de sus principales cabecillas.

Ignoran flagrantemente el carácter de crímenes contra la humanidad que tienen las atrocidades cometidas por esos delincuentes en sus ataques a ciudadanos estadounidenses dentro del territorio colombiano. Esto es intolerable, ya que siempre invocan los acuerdos internacionales de protección a los derechos humanos cuando los integrantes y simpatizantes de su organización se ven amenazados, pero no los reconocen cuando son ellos quienes los violan sistemáticamente.

Esto refleja el temor que tienen de ser llevados a los Estados Unidos, pues allí podrían recibir sentencias y penas que no se les dictarían si cayeran en manos de la justicia colombiana.

Entretanto, estos criminales siguen utilizando como escudos humanos y moneda de cambio a los políticos, militares y policías secuestrados, exigiendo un canje por los miembros de su organización detenidos en las cárceles. No hay duda de que las FARC y el ELN están aliados ahora bajo la misma estrategia política y militar, y al proponer un gobierno paralelo han declarado la guerra, no solamente a este gobierno, sino a todos los colombianos.

Por esto debemos reaccionar como lo haríamos si el gobierno de otra nación hiciera algo similar: con decisión, fuerza y valentía, en defensa de nuestro país y de su gente.

Estamos frente una agresión armada en nuestro propio territorio, y es nuestro deber reaccionar contra los agresores. Sólo así recuperaremos todo lo que hemos perdido.

 
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