y proveedores de su empresa.
Inicialmente pensó que la crónica
describiría los sectores deprimidos
de cualquier ciudad española, las
favelas de Río de Janeiro,
los tugurios de la República Dominicana
o los barrios antiguos de Budapest y Bucarest.
Pero no fue así; según el
título del artículo la cuna
de las prostitutas es Pereira, una ciudad
colombiana, capital del departamento de
Risaralda, de la que nunca ha oído
hablar y cuyo nombre sólo le recuerda
el apellido de un compañero de clase
en el Instituto de Empresa.
Este ejecutivo empezó a frecuentar
los burdeles de lujo madrileños pocos
años después de casarse, cuando
descubrió que su esposa ya no le
atraía. Ella se había convertido
en una amante aburridora y aburrida, muy
distinta de la mujer interesante, seductora
y apasionada de la que se enamoró
fácilmente, y con quien fue feliz
hasta que se casaron.
Después de varios años dedicados
exclusivamente a su esposa, a sus hijos
y a su empresa, creyó haber perdido
la capacidad y el encanto para conquistar
a las mujeres, y optó por comprar
afecto, caricias y placer. Así entró
a formar parte de un mercado en que millones
de hombres demandan los servicios sexuales
de cientos de miles de mujeres que ofrecen
sexo por dinero, tanto en Tokio como en
Los Ángeles, en Ámsterdam
como en Buenos Aires.
A medida que avanza en su lectura se da
cuenta de que el titular nada tiene que
ver con el contenido del artículo.
Peor aun, se siente mencionado en él,
como uno de los consumidores de las víctimas
de los traficantes de mujeres.
Ignora que el título fue redactado
por un editor de base que, con clara intención
sensacionalista y llevado por la superficialidad
y el facilismo que cunden en las nuevas
generaciones de periodistas, no midió
las consecuencias dañinas de su desatino.
El titular amarillista del editor de El
Mundo tergiversó completamente el
contenido del artículo de Salud Hernández-Mora,
una valerosa columnista del diario El Tiempo
de Bogotá, quien cada domingo da
muestras claras de su compromiso con la
verdad y de su amor por Colombia, país
en el que reside.
Su crónica tenía por objeto
mostrar una tragedia social de las que a
ella tanto le duelen, pero la desafortunada
intervención del editor, combinada
con el hecho de que la gente ya no lee sino
que apenas hojea los diarios, o da un vistazo
a los titulares y eventualmente a los primeros
párrafos de los artículos
más llamativos.
Entre las numerosas personas que han levantado
sus voces de protesta contra el reportaje,
muchas nunca lo leyeron y se tragaron enteros
los argumentos demagógicos de la
alcaldesa de Pereira, Martha Elena Bedoya,
la gobernadora de Risaralda, Elsa Gladys
Cifuentes, y varios concejales, diputados
y congresistas de la región, quienes
han condenado a la periodista española,
sin aceptar el atenuante del error del editor.
Es fácil suponer que, como en el
pasado, lo mismo habrían hecho con
cualquier periodista colombiano que se hubiera
atrevido a tratar el tema, aun con el mayor
rigor periodístico: habrían
querido declararlo persona no grata. Y peor
si hubiera sido un periodista de la región:
lo habrían desterrado.
Lo malo de todo esto es que en lugar de
aprovechar esta circunstancia para presentar
al país y al mundo los programas
que están ejecutando las entidades
oficiales y las ONG's en Pereira y Risaralda
con el fin de crear condiciones de vida
dignas para las jóvenes que son buscadas
por los traficantes de mujeres, e inculcarles
amor y respeto por sí mismas, las
autoridades se han dedicado a recoger firmas
para ejercer una acción de tutela
que restaure el buen nombre de las mujeres
pereiranas.
No han entendido aún que la honra,
el prestigio y la imagen de las personas
y las comunidades se basan en las realidades
personales y sociales. De ninguna manera
se crean o restablecen por decreto o por
intervenciones judiciales. La forma más
efectiva de cambiar una mala imagen es cambiar
una mala realidad.
Es cierto que el ejercicio de la prostitución
existe desde los albores de la historia
en todas y cada una de las ciudades del
mundo. Pero también es cierto que
la única definición de prostitución
no es la que presenta el diccionario de
la Real Academia de la Lengua Española.
También existe la prostitución
de los principios, los valores y las ideas.
No se entiende entonces que la sociedad
pereirana no se haya escandalizado a lo
largo de los últimos veinte años,
cuando jovencitas de familias ilustres se
vendieron a quienes hicieron sus fortunas
en el nefasto negocio del narcotráfico,
a cambio de joyas, viajes y lujosos carros
y apartamentos.
Lo que estas costosas prostitutas han hecho
es peor que el pecado de las mujeres que
provienen de estratos sociales inferiores,
que se prostituyen para sobrevivir y a quienes
la sociedad desprecia, al extremo de no
preocuparse por trabajar a fondo para brindarles
opciones distintas a la de prostituirse.
Mientras esto ocurre; es decir, mientras
las autoridades de Pereira y Risaralda se
vuelven serias y dedican sus energías
a trabajar en el sentido correcto, esperemos
que un día no muy lejano El Mundo
de Madrid dedique algunas de sus crónicas
a analizar la degradación de la sociedad
española y la aburrida sexualidad
de las españolas casadas, lo que
sin duda contribuye al creciente interés
de sus hombres por unas pobres y exóticas
mujeres, vilmente explotadas y esclavizadas.
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