En buena parte, a esto se debe que hoy
estemos como estamos. Pero como en Colombia
la realidad supera a la fantasía
y las atrocidades superan a las peores
pesadillas, es posible que lleguemos
a estar peor.
Durante la Semana Santa descubrimos que
también los grupos terroristas están
conformados por individuos muy creativos,
infortunadamente para concebir las peores
atrocidades imaginables.
En una semana que todos aprovechamos para
hacer un receso en nuestra cotidianidad,
para relajarnos, reflexionar y renovarnos,
fuimos testigos de actos criminales que
no hubiéramos podido imaginar.
Primero fue el ataque a dos camiones contratados
por el Comité Internacional de la
Cruz Roja para llevar ayuda humanitaria
a los desplazados de la región de
La Gabarra (Norte de Santander). En este
hecho, guerrilleros de las FARC incineraron
alimentos y medicamentos, en una clara violación
de los principios del Derecho Internacional
Humanitario, y en una inaceptable agresión
contra la Cruz Roja, la institución
neutral por excelencia en situaciones de
conflicto.
Los elementos destruidos hubieran podido
mitigar el hambre y curar las enfermedades
de un numeroso grupo de campesinos desplazados
de sus tierras; personas humildes e indefensas
perjudicadas por las acciones irracionales
de quienes dicen ser el "Ejército
del Pueblo".
Luego conocimos los planes de ese mismo
grupo terrorista para atacar con un carro
bomba el Hospital Militar Central, un acto
de un salvajismo inconcebible, que de haberse
consumado habría causado muerte,
mutilación y destrucción en
una institución que presta servicios
invaluables al país, mediante la
salvación de las vidas de nuestros
soldados heridos en combate y la recuperación
de su salud.
En este centro asistencial trabajan cientos
de profesionales de la salud; médicos,
enfermeras, odontólogos, fisioterapeutas,
bacteriólogos, etc., que atienden
no sólo a los miembros de las Fuerzas
Armadas Ejército, Armada y
Fuerza Aérea, sino también
a sus familiares y a los pensionados. Allí
también labora personal civil que
lleva a cabo labores administrativas y logísticas.
Es absolutamente intolerable que los grupos
armados al margen de la ley puedan siquiera
pensar en atentar contra un hospital, pero
ya no debería sorprendernos, dado
su amplio prontuario de ataques contra los
puestos de salud, las ambulancias y la misión
médica en general.
Después nos indignamos al conocer
la noticia de la muerte de un niño
en Fortul, Arauca, mientras llevaba una
bicicleta cargada con explosivos hacia unas
instalaciones militares ubicadas en ese
municipio. La utilización de niños
en actos terroristas es lo peor que se les
pudo ocurrir a los creativos guerrilleros
de las FARC. Quizás pretendían
pasar a la historia como los inventores
de los niños-bombas, o competir en
los altos pedestales de la barbarie con
los integrantes de organizaciones como Al
Qaeda y Hamas.
A este execrable crimen se sumó
la explosión de un balón-bomba
al paso de una joven mujer y sus dos hijos
de 13 y 12 años de edad en Carmen
de Bolívar, quienes resultaron gravemente
heridos y debieron ser intervenidos quirúrgicamente
para extraerles perdigones y trozos de metralla
de sus cuerpos.
Finalmente, en un desafiante acto de irrespeto
a las creencias y tradiciones de los colombianos,
el Viernes Santo un grupo de guerrilleros
de las FARC atacó indiscriminadamente
a los fieles de Dolores, Tolima, que participaban
en el tradicional Vía Crucis, y causaron
la muerte a tres personas, entre ellas un
niño de 14 años, y graves
heridas a otras dos.
Este grupo terrorista ya había demostrado
su desprecio por los sitios y los actos
religiosos, que son sagrados para la mayoría
de la población colombiana, con la
destrucción total de la iglesia de
Bojayá, Chocó, hace casi un
año, donde murieron 119 personas
inocentes.
Acciones como las que ejecutaron las FARC
en Semana Santa dejan hoy más respuestas
que preguntas; nos conducen claramente a
la conclusión de que es inútil
seguir insistiendo en buscar soluciones
negociadas al conflicto con organizaciones
criminales que pretenden tomarse el poder
por medio del terror.
Los colombianos que no estamos dispuestos
a que se les toleren y justifiquen más
los abusos a los terroristas esperamos que
muy pronto nuestros dirigentes tomen conciencia
de la realidad y se unan en torno a un objetivo
común: derrotar al terrorismo y recuperar
el control, el orden y la paz de nuestra
patria, para que podamos emplear nuestra
creatividad para el bien.
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