fue de nuevo el mejor de toda la temporada.
Y esta vez la fiesta no se aguó en
el último momento. De hecho, los
hinchas comenzaron a celebrar la segunda
estrella de la historia antes de que se
terminara de jugar la final.
El miércoles 4 de junio, los jugadores
del Caldas salieron del Estadio Roberto
Meléndez de Barranquilla con media
final entre el bolsillo, tras empatar sin
goles frente al Junior en un monótono
juego de ida. Con las cosas así,
quedarse con el título el domingo
siguiente en Manizales sería relativamente
fácil.
Antes de que iniciara el partido de vuelta,
el público manizaleño ya tenía
organizada la fiesta. Con el apoyo de las
directivas del club y de la Alcaldía
de la ciudad, un grupo de hinchas mandó
fabricar una bandera de 167 metros de largo
por 30 de ancho, teñida de verde,
blanco y rojo los colores del equipo.
Las filas en puertas del Estadio Palogrande
empezaron a formarse desde la tarde del
sábado. Y el alcalde Néstor
Ramírez organizó las rutas
para las caravanas de celebración
desde por la mañana.
Más de 40 mil hinchas acudieron
al partido. A las 3 p.m. se puso a rodar
la pelota. El juego fue bastante parejo
en los primeros minutos, hasta que el Junior
se quedó con 10 hombres en el campo
tras la expulsión del delantero Martín
Arzuaga. A partir de ese momento, el onceno
barranquillero se dedicó a defenderse
para lograr el empate y llevar la definición
del campeonato a penaltis.
Sin embargo, el Caldas no supo aprovechar
la situación y se vio en dificultades
para manejar la pelota y crear opciones
de gol. Se notaba que el equipo jugaba con
toda la presión encima. Y el partido
amenazaba con volverse tan aburridor como
el de ida. El miedo a perder del Junior
y la desesperación del Caldas por
marcar estaban opacando el espectáculo
del fútbol. Llegó el medio
tiempo y el marcador quedó en ceros.
Después del descanso las cosas no
cambiaron mucho. Pero unos minutos después
el técnico del Caldas, Luis Fernando
Montoya, decidió lanzarse al ataque
y cambió a un defensa por el delantero
Lara. La ofensiva de los locales se volvió
más organizada, el argentino Sergio
Galván y sus compañeros Arnulfo
Valentierra y Jorge Díaz comenzaron
a exigir fuertemente a Milton Patiño
(arquero del Junior), y el partido se puso
emocionante.
Y en el minuto 74 Valentierra se apoderó
del balón en el mediocampo, eludió
a varios rivales, y se lo pasó a
Elkin Soto, quien inmediatamente se la tocó
a Galván para que éste le
pegara un zurdazo hacia el palo izquierdo
de Patiño. Entonces se prendió
la fiesta total en el Palogrande. Mientras
le cantaban a su equipo, los hinchas manizaleños
hacía fuerza para que llegara el
pitazo final.
A pesar de todo, el Junior no aflojó,
e incluso estuvo cerca de lograr el empate
en dos ocasiones, pero el tiempo no le alcanzó.
Y, después de 53 años, el
Caldas pudo volver a dar la vuelta olímpica.
Manizales no cabía de la emoción.
Por fin había llegado la segunda
estrella. Tanto el equipo como la afición
la merecían; el trabajo de los jugadores
y del técnico fue excelente durante
todo el semestre, y el público manizaleño
fue uno de los que más acudió
al estadio a ver jugar a su equipo.
Con su triunfo, el Once Caldas ganó
uno de los tres cupos para la Copa Libertadores
de América del próximo año.
Si mantiene su nivel actual, con toda seguridad
desempeñará un excelente papel.
Este equipo les recordó una importante
lección a todos sus rivales, e incluso
a las selecciones nacionales: si se trabaja
duro, los frutos llegarán. Gracias
al esfuerzo del equipo y al apoyo de los
hinchas, hoy el Once Caldas es campeón.
Y, a pesar de que algunos todavía
lo consideran un equipo pequeño y
"de provincia", se ha convertido
en uno de los grandes; tal vez no en tamaño,
pero sí en calidad.
|