Pero digan lo que digan así sea
él mismo quien lo diga Vallejo
es un gran escritor. "Si yo soy bueno,
cómo estarán de mal los demás",
dijo a la prensa la semana pasada al enterarse
de que su novela "El desbarrancadero",
la cual narra la historia de un hombre que
regresa a Medellín para acompañar
a su hermano quien se encuentra enfermo
de sida en sus últimos días
de vida, había ganado el Premio Internacional
Rómulo Gallegos de Literatura 2003.
Es más, al contrario de lo que muchos
piensan, quienes lo conocen dicen que no
tiene nada de arrogante; que es un hombre
amable; que detrás del aparente odio
que puede percibir el lector en sus novelas
o sus declaraciones hay sentimientos opuestos
muy profundos; y que Colombia es uno de
los aspectos más importantes de su
vida.
Según el escritor William Ospina,
amigo suyo, lo que pasa es que a Vallejo
lo golpea fuertemente el conformismo de
la sociedad colombiana. Y el propio Vallejo
explica que la única razón
por la cual insulta a Colombia es porque
la quiere, porque le duele el sufrimiento
de su país. Porque, en sus propias
palabras, "Colombia es un desastre
sin remedio".
Vallejo nació en Medellín,
pero vive en Ciudad de México desde
hace más de 30 años. Es un
gran aficionado a la música, especialmente
la clásica, y toca piano con frecuencia.
También es un amante incondicional
de los animales, más específicamente
los perros, y últimamente se encuentra
envuelto en temas científicos y leyendo
libros de física y biología.
En su libro "La tautología
darwinista" tilda de impostor al
científico Charles Darwin autor
de la teoría de la evolución
por haber escrito su libro "El origen
de las especies" antes de que se
descubriera la fecundación del óvulo
por el espermatozoide. "Nadie puede
explicar lo que no sabe", dice Vallejo,
quien también llama impostores a
otros personajes históricos, como
Isaac Newton y los papas.
El autor de "El desbarrancadero",
"La virgen de los sicarios"
adaptada al cine por el director Barbet
Schroeder, "Chapolas negras"
una excelente biografía de
José Asunción Silva
y "El río del tiempo"
que reúne varias de sus primeras
novelas dijo al finalizar su más
reciente obra, "La Rambla paralela",
que dejaría definitivamente la literatura
para dedicarse a otras cosas, entre ellas
escribir libros sobre física y otros
temas similares.
Para Vallejo la literatura es ya "polvo
que se llevó el viento". Ni
siquiera el premio que acaba de recibir
el cual es considerado uno de los
más importantes galardones literarios
de lengua hispana lo hará cambiar
de opinión. Según contó
él mismo, aquel que decía
"yo" en sus libros murió
en el momento de terminar "La Rambla
paralela".
Vallejo deja la literatura en el momento
preciso en que decide que ya no tiene nada
nuevo que decir en este campo de las artes,
quedando como un novelista impecable, y
se va a buscar nuevos caminos para recorrer
con la cuerda que le queda. Se va con un
prestigioso premio que antes ha estado en
manos de escritores como Gabriel García
Márquez, Manuel Mejía Vallejo
y Mario Vargas Llosa.
Y, claro, seguirá haciéndose
nombrar frecuentemente, y poniendo en evidencia
la superficialidad y el amarillismo de los
medios de comunicación por medio
de sus corrosivos comentarios. No sólo
por pantallear, como hacen otros; sólo
por mostrarse como es. Algunos lo verán
como un tipo raro que no hace más
que rajar de todo el mundo; otros como un
genio incomprendido. Y al final unos cuantos
se darán cuenta de que este hombre
no cabe en ninguna casilla: que es, simplemente,
Fernando Vallejo.
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