De lo contrario, sus nombres ni siquiera
sonarían, ni sus películas
serían exhibidas en festivales de
tradición en Francia y España.
Sería imposible no destacar la labor
de cineastas como Víctor Gaviria
("Rodrigo D. No futuro",
"La vendedora de rosas"),
Sergio Cabrera ("La estrategia del
caracol"), Patricia Cardoso ("Real
women have curves") y Rodrigo García
("Cosas que diría con sólo
mirarla"), entre muchos otros.
Pero hay algunos que, quizá buscando
protagonismo en los medios de comunicación,
se enfrascan en eternas polémicas,
repiten y repiten que en Colombia no hay
apoyo para la cultura, hablan pestes de
las películas de otros directores,
y se quejan y se vuelven a quejar por la
falta de recursos.
Hay que ver el espectáculo que armó
el cineasta Carlos Palau, porque la empresa
Cine Colombia no aceptó distribuir
su película "Hábitos
sucios", basada en la historia
de la monja Leticia López, condenada
a prisión por la muerte de otra religiosa
en 1999.
Palau alega que su cinta fue "vetada"
por Cine Colombia porque su contenido es
demasiado fuerte y porque "entra en
contradicción con la gente de extrema
derecha que rige el país". De
paso aprovecha para criticar otras cintas
como "Los niños invisibles",
de Lisandro Duque, y "Como el gato
y el ratón", de Rodrigo
Triana. Y luego vuelve al tema, diciendo
que "Hábitos sucios"
fue "censurada" por criticar a
la Iglesia Católica.
Pero si se le pregunta sobre el asunto
a Munir Falah, presidente de Cine Colombia,
éste explicará que la distribución
de cintas no es la prioridad de su empresa
y que simplemente no consideró que
el trabajo de Palau mereciera la alta inversión
que representa la distribución de
una película.
Y este no es el único caso. El año
pasado estuvieron enfrentados Lisandro Duque
y Jorge Alí Triana, porque el Ministerio
de Cultura decidió enviar "Los
niños invisibles" a los
Premios Oscar, para ser considerada por
la Academia en la categoría de mejor
película en idioma extranjero. "Fue
una decisión sin criterio",
afirmó Triana, cuya cinta "Bolívar
soy yo" también era candidata
para ser postulada. "Aquí lo
que sucede es lo mismo que en todos los
premios del Ministerio de Cultura, sujetos
a envidias, roscas y grupillos", agregó.
Al final, la película de Duque ni
siquiera fue nominada al galardón.
Sería mucho más productivo
para el cine nacional que los directores
se preocuparan por sus películas,
en lugar de perder el tiempo en pelear por
los micrófonos o enfrente de las
cámaras. Porque al público
le interesa el cine; no la vida de los directores.
Y es cierto que no es fácil conseguir
recursos, pero en vez de emprenderla contra
el Gobierno, que poco tiene que ver en el
asunto, los cineastas deberían darse
cuenta de iniciativas como la Ley del Cine
que actualmente está en curso en
el Senado, y aprovechar los incentivos que
otorga anualmente el Ministerio de Cultura.
El cine nacional ha mejorado considerablemente
en los últimos años. La pobre
calidad de la imagen, los problemas de sonido,
y las fallas de edición han comenzado
a ser cosa del pasado. A pesar de la falta
de presupuesto y de todos los contratiempos,
así como del drama de algunos directores,
el cine colombiano va en ascenso.
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